Wednesday, December 08, 2010

Presos y en llamas.

Chile este año 2010, ha ido de la tragedia al triunfo humano, con una velocidad y vértigo impactantes. Sus autoridades de turno, por muy oportunistas que sean sus esfuerzos, no son lo suficientemente hábiles como para contener o capitalizar esta vorágine de eventos. Por lo mismo, la popularidad del nuevo presidente sigue estando en una montaña rusa.  La opinión pública por su parte, reaccionará sólo como podría hacerlo un boxeador en el último round de una pelea cerrada. No sabe si pierde o si gana. Hay que esperar lo que determinen los jueces, y eso que aún quedan minutos para que termine este año.  Entre terremoto, campañas de ayuda, mineros rescatados y resucitados de las entrañas de la tierra, el fútbol con su novela de dirigentes y místico entrenador. La tragedia de los presos muertos en este desastroso incendio, pasará a ser la guinda de un pastel 2010, demasiado cargado de sabores agridulces.

Hoy Diciembre 08 del 2010, me despierto con la noticia de que más de 80 reos han muerto, en un incendio dentro de la cárcel de la comuna de San Miguel, en Santiago de Chile. El presidente de la república Sebastián Piñera sostiene que "La situación penitenciaria de nuestro país no resiste más".  Muchas otras autoridades y personajes públicos de Chile, se suman a los cuestionamientos, articulan explicaciones y aventuran datos para identificar a los responsables.

La cárcel en cuestión, es otro ejemplo más de sobre población penitenciaria, falta de personal y precarias condiciones de funcionamiento en que operan la gran mayoría de las cárceles de Chile, Latino América y muy seguramente del mundo entero.   Los reos, una vez dentro de estos recintos, mágicamente adquieren una condición de invisibilidad social, que solo se desbarata cada vez que una nueva tragedia reclama, otra vez, su espacio en los tabloides informativos.

Leo todo lo que puedo para ver que se dice y comenta. Nada de lo que encuentro me sorprende, asusta o inspira. Osea, la existencia de estos presos siguen siendo invisible. Nos lamentaremos por un rato, tendremos peleas de gatos y algunas inflexiones de pensamiento en los medios de prensa. Pero seguramente poco y nada se dirá sobre ¿por qué seguimos teniendo que enviar gente a las cárceles?.

Por supuesto esta pregunta encolerizará a muchos, pero no es una pregunta ligera la que me hago. Son millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños de todo el mundo, los que pasan la mayor parte de sus vidas en estos lugares. Viven, aman y mueren en total invisibilidad social.  Es tan fácil decir que siempre hay gente mala, delincuentes, u ovejas negras, pero raramente nos preguntamos el por qué, o cómo es que su producción nunca se detiene.

Estoy seguro que los más de 80 seres humanos muertos en este incendio en Chile, comparten todos un guión de vida muy similar de carencias, falta de oportunidades, exclusión social, mala calidad de servicios, abandono e indolencia colectiva de sus pares ciudadanos.   En estos días, las sociedades de casi todo los países del mundo han logrado un nivel de especialización impresionante en la perpetuación de la marginación y exclusión social.  Todos estamos más o menos convencidos, que erradicar la pobreza es un imposible, y por tanto cuanto la pobreza emerge furiosa, lo mejor que podemos hacer es acallarla en las cárceles, a palos y con brutalidad.

La muerte de todas estas personas en Chile, no debería entristecernos, si no que enfurecernos. Cada cárcel nueva que se construye es un monumento a nuestro fracaso como sociedad.  El sistema carcelario en los Estados Unidos es un negocio multi-millonario y al mismo tiempo el país enfrenta la bancarrota de cientos de distritos escolares.  En los años ochenta en Sudafrica había más cárceles que escuelas.  En Chile la construcción y mantenimiento de una cárcel es 25 veces mayor a la inversión y mantenimiento de una escuela primaria.  Este es nuestro problema y del que no nos gusta hablar.

Los encarcelados muertos entre las llamas de sus celdas, me resulta una imagen de Dantesca, cruel y ciertamente inhumana, y donde la única justicia posible es asegurase que a los hijos de todos esos encarcelados, no les falte nunca una escuela, una mano amiga, una oportunidad. De esto es lo único admisible que la autoridad se debería preocupar. Cualquier otra cosa, será como tapar el sol con el dedo.

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